MI CASA, MIS NORMAS, MI SOLEDAD
Vivimos en una sociedad individualista, nos gusta tomar nuestras propias decisiones y que nadie se meta en ellas. Que nadie las cuestione ni critique, que nadie nos lleve la contraria, que nadie influya en ellas. Y está genial! Somos independientes y libres. Es nuestra casa y son nuestras normas.
En otras culturas en las que se vive en tribu, en tribus reales, la persona como ser individual no tiene la libertad de tomar gran parte de sus decisiones. Todo se decide en comunidad y según las normas de la tribu.
Pero, como todo, tiene su parte buena y su parte mala. Nosotras tenemos el poder de decidir cuándo y cómo maternar. Podemos decidir quién nos acompañará y de qué manera. Sin embargo, eso también significa que estamos solas cuando cerramos la puerta de casa.
Mi casa, mis normas, mi soledad. Hay muchos momentos en que la soledad no significa algo malo, disfrutar de la soledad es maravilloso, pero el postparto no es el mejor momento para sentirse sola. Nos hemos criado en una sociedad en que la maternidad se vive de puertas para dentro y aunque es algo que empieza a cambiar, sigue siendo así. No estamos acostumbradas a ver lo que pasa cuando nace un bebé, lo que vive esa madre, la realidad de un puerperio.
Eso se traduce en una idealización de la maternidad que nos conduce a unos inicios complicados para los que no estamos preparadas. Y no sólo no estamos preparadas, sino que además nos sentimos solas, sin saber si estamos tomando las decisiones correctas. Sentimos el peso de cada decisión con el añadido de ni siquiera atrevernos a verbalizar nuestras dudas. No osamos contárselas a nuestro entorno por el miedo a sentirnos cuestionadas. Así que llevamos la carga en soledad, quizás buscando soluciones en libros o internet desde la intimidad de nuestro hogar.
La maternidad real no es de color rosa ni de color negro. La maternidad está llena de matices grises y de un sinfín de colores. En un mismo día vives momentos maravillosos y momentos durísimos. Puedes llorar de risa y de pena. Puedes adorarla y aborrecerla. Y todo está bien, todos son sentimientos válidos que debemos aceptar.
Así que te invito a que cuando te pregunten cómo estás, respondas con algo más que el típico «bien» sin fundamento. Que no te guardes todos tus sentimientos. Puede que eso haga que te lleves algún que otro consejo que igual no habías pedido. Igual esperabas otra respuesta, igual sólo buscabas que alguien te escuchara. Pero la gente te sorprende. Igual encuentras una vía de escape, igual ponerle voz a tus sentimientos hace que halles la solución por ti misma.
Decir que hay momentos en que no puedas más, no te hace peor madre. Decir que hay cosas que no sabes cómo hacerlas, no te hace menos válida. Pedir ayuda cuando la necesitamos, no nos hace más débiles. La maternidad compartida seguirá siendo dura, nadie va a ocupar tu lugar, pero al menos sabrás que no estás sola.
Evidentemente nunca será lo mismo que una tribu, nuestra sociedad es muy diferente, pero si creas a tu alrededor un red de apoyo de mujeres, es muy probable que puedas vivir tu maternidad de manera que te sientas apoyada, sostenida, escuchada.
Gracias por estar una semana más ahí. Recuerda que puedes subscribirte a la newsletter para no perderte ninguna entrada al blog. ¡Qué tengas un bonito día!
FOTO: BABYFOTOBARCELONA
O.Ll
13 marzo, 2021 at 05:27Qué gran verdad.
Qué sola puedes sentirte a veces estando rodeada de gente. A veces nos cuesta mucho pedir ayuda y no debería ser así.
La Mamisis
14 marzo, 2021 at 18:57Es que percibimos el pedir ayuda como un fracaso personal, cuando en realidad es un gesto de humildad. Por un lado está bien querer apañarnos solas, pero esa soledad a veces juega en nuestra contra. Hay que encontrar el equilibro entre preservar nuestra intimidad y nuestras decisiones, con el dejar entrar la ayuda que tan bien nos hace en muchos momentos. Un abrazo 🙂