ADIÓS A LOS EUFEMISMOS
Siempre he sido una persona muy clara y directa. Creo que a cada cosa hay que llamarla por su nombre y que LAS PALABRAS IMPORTAN.
Las personas tenemos la capacidad de comunicarnos mediante el lenguaje y es algo maravilloso. Sin embargo, no siempre somos conscientes del poder de las palabras. Lo que no se nombra, no existe. Y la forma en que decimos las cosas es importante.
No sé si en todas las culturas se actúa igual, pero en España tenemos una larga trayectoria de eufemismos absurdos, especialmente utilizados con las niñas y los niños, de los cuales me gustaría liberar a mis hijas. Hay muchos temas sobre los que las personas adultas se sienten raramente incómodas al hablar con las niñas o los niños, pero donde más latente se ve el uso de eufemismos es en todo lo que tenga que ver con la sexualidad, los procesos fisiológicos, los órganos sexuales, el ciclo menstrual, la muerte, etc.
En un intento de dulcificar la realidad a los infantes, nos encontramos a personas adultas utilizando palabras totalmente ridículas. Nos inventamos historias, que nada tienen que ver con la realidad, con las que no hacemos otra cosa que confundir a niñas y niños.
Así que desde que mi hija Gina nació, decidí hablarle como a una persona. Con respeto, sin dudar de su capacidad de entender y sin utilizar eufemismos ridículos. La realidad ha sido mucho más sencilla. Mis hijas llaman a las cosas por su nombre y, conocer la palabra real de cada cosa, les permite comprender cualquier conversación. No obstante, me ha pasado más de una vez, que personas adultas se sorprenden del vocabulario que mi hija mayor (3 años y medio) utiliza, la pequeña a penas ahora empieza a hablar de forma clara.
Sinceramente creo que deberíamos deshacernos de las connotaciones que como personas adultas asignamos a cada palabra y quedarnos únicamente con el significado de éstas. Así podremos hablar libremente con nuestras hijas e hijos y viceversa.
Y todo esto viene por el simple hecho de respetar a la infancia. Un trato respetuoso implica utilizar un lenguaje respetuoso y real. A mi parecer, enseñarles una palabra inventada o ridícula, para sustituir a una que a nosotras como personas adultas nos hace sentir incómodas, lo único que estamos haciendo es: confundir al infante con las palabras, obligarlo a tener que reaprender cuando lo creamos suficientemente mayor para utilizar las palabras reales y por último, transmitirle que hay palabras tabú.
Si desde que nacen, les inculcamos la idea de que algo tan natural como un órgano genital: vulva, pene, útero, testículos, ovarios, vagina, menstruación, etc. está mal nombrarlo y que hay que sustituirlo por palabras tan ridículas como «chichi», «pito», «huevecillos» y el resto ni se nombra porque no se ve… ¿Qué les estamos enseñando?
Venimos de una cultura en el que el puritanismo, la vergüenza, la «decencia» ha marcado nuestra educación. Pero ya va siendo hora de decirle ADIÓS A LOS EUFEMISMOS y dejar que nuestras hijas e hijos sean libres. De quitarles esa carga que se nos impuso en su momento. Ya va siendo hora de que aprendamos a respetarnos, respetar nuestros cuerpos, respetar nuestros procesos fisiológicos y respetar a la infancia. A nombrar las cosas sin miedo, a no sentirnos mal por utilizar la palabra adecuada, a hacer reales las cosas que no vemos, puesto que tenemos palabras para nombrarlas y darles visibilidad, a hacerlas reales y a disfrutar de nuestro lenguaje.
Cuéntame; ¿Cómo te comunicas con tus hijas o hijos? ¿Te cuesta utilizar ciertas palabras? ¿Sientes pudor o llamas a cada cosa por su nombre independientemente de la edad de tu hijx?
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FOTO: PAULA PELLICER
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