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ADAPTÁNDONOS A LA ESCUELA INFANTIL

Hace unas semanas que han empezado los colegios y las escuelas infantiles y creo que es una gran ocasión para escribir sobre este tema. Este año, el inicio de las escuelas ha estado cargado con un extra de nerviosismo e incertidumbre, dadas las circunstancias en las que nos encontramos.

Primero me gustaría expresar mi profundo rechazo hacia la frase: «¡Qué valiente eres por no llorar al quedarte en el colegio/escuela infantil!» En este tema creo que no hay valientes ni cobardes, no hay campeones o campeonas ni perdedores o perdedoras.

No soy especialista en el tema, así que escribo desde mi sentir. Para mí, un bebé o un infante que llora al separarse de su familia, cuando empieza la escuela, me parece muy valiente. Está expresando su malestar por separarse de sus personas adultas de referencia. Está diciéndonos que nos prefiere, que somos su lugar seguro, que nos quiere y nos necesita. ¿No es algo bonito? Llorar también es de valientes.

Está claro que hay bebés, niñas o niños mucho más autónomos que otros. Sin ir más lejos mi hija mayor Gina (3 años) siempre ha ido feliz a la escuela infantil y ahora al colegio. Le encanta y entiende que si la dejamos en ese lugar, a cargo de otra persona adulta, es porque confiamos 100% en esa persona. Ella siente esa confianza y es capaz de gestionarla bien. Sabe que volveremos a por ella cuando se lo hemos dicho y consigue canalizar todas esas emociones y disfrutar.

Pero no todos los pequeños y pequeñas son iguales. No todxs sienten igual ni expresan igual. Así que valoro mucho que las personas que se quedan a cargo de mis hijas las dejen expresarse y validen sus emociones, también si lloran. Intentar que un infante no llore diciéndole que es mayor, que parece un bebé, que deje de llorar, que se pone feo o fea cuando llora, que tiene que comportarse, que ya vale, etc… Me parece completamente irrespetuoso. Es algo que nunca haríamos con una persona adulta.

Por suerte, he podido estar 20 meses con mi hija pequeña sin necesidad de dejarla en la escuela infantil. Ha sido una decisión difícil llevarla, pero así lo hemos decidido y este año ha empezado. Como no se ha separado de mí durante este tiempo, ni de día ni de noche, temíamos el momento de la separación y reconozco que, a pesar de sus altibajos, ha ido mucho mejor de lo que esperábamos. Disfruta muchísimo mientras está allí y cuando nos reencontramos nos dedicamos el tiempo que sea necesario. Tiempo de calidad.

Como decía, conociendo a Chloe (mi hija pequeña) y temiendo su reacción, antes de empezar la escuela infantil, busqué mucha información de cómo hacerle más sencillo el momento y aunque cada bebé es diferente, te cuento cómo lo hemos hecho por si te resulta útil:

#Desde el primer día hemos ido en portabebés a la escuelita para ir juntas y cuando va con el padre lo hace sobre los hombros.

#Durante el trayecto le voy preguntando si tiene ganas de ver a su tutora, compañeras y compañeros.

#Le recuerdo el juego en el que estaba jugando cuando la fui a buscar el día anterior y le proponía retomarlo al llegar.

#Cuando estamos llegando al centro la bajo del portabebés y entra caminando a la escuelita. Evito llevarla en brazos cuando llegamos a la puerta del aula para que no sea tan brusca la despedida. Se queda mucha más feliz si es ella la que entra andando por iniciativa propia.

#Le pregunto si quiere teta antes de entrar. A veces quiere y otras no. Si quiere, nos sentamos con calma a que haga la toma y le explico que hasta que no vuelva no habrá más, pero que por la tarde podrá volver a tomar la que quiera o necesite.

#Me anticipo a lo que va a pasar y se lo explico. Durante la adaptación, le recordaba que me quedaría un rato con ella y que luego me marcharía, pero que como cada día, luego volvería a buscarla. Cuando terminamos la adaptación, de camino al aula la aviso de que la voy a acompañar hasta la puerta y que luego me tengo que marchar. En caso de que luego vaya el padre a buscarla, se lo advierto antes de dejarla.

#Al principio estaba un poco retraída y durante la adaptación no me marchaba hasta que ella misma se alejaba de mí y cogía confianza con el lugar y las personas. Hasta que empezaba a explorar y se sentía cómoda allí.

#Siempre, siempre, siempre la aviso cuando me marcho y espero a que termine el juego y se despida conscientemente. Cuando nos hemos despedido en la puerta, en general ha entrado contenta y se ha despedido. De momento sólo dos días le costó despedirse y ha llorado. No obstante, no me he marchado hasta que me ha mirado y ha escuchado que me tenía que ir, le he dicho que entendía que llorara, que para mí también era difícil, pero que volvería a por ella.

#Cuando llegamos al aula, si encontramos algún bebé llorando, le explico porqué llora y que su familia vendría después a buscarlx.

#Cuando la voy a recoger, volvemos a casa con el portabebés bien pegaditas. Le pregunto si quiere teta, si es que ella no me lo pide antes y si quiere, nos sentamos con calma. Se despide de su tutora y le digo que mañana o el lunes volveremos otra vez.

Está claro que ésta ha sido nuestra manera para nuestra hija Chloe. Cada familia y cada bebé tiene sus necesidades, tiene su carácter y su manera de expresar. Dudo que haya un método infalible y también hay que tener en cuenta las posibilidades que tenemos para hacer una adaptación progresiva. Ya no hablo de las horribles adaptaciones a las que se han visto forzados muchos infantes este año por los protocoles del Covid-19. Nosotros hemos tenido suerte y en los centros donde van nuestras hijas nos han permitido acompañarlas en su adaptación, cosa que ha facilitado mucho el proceso.

Con esto me despido, espero que nuestra experiencia os pueda dar algunas ideas de cómo afrontar esta etapa desde el respeto. Y si ya habéis empezado, me encantará leer vuestras experiencias. Gracias por estar ahí una semana más. Que tengáis una bonita semana!

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